Entrevista
http://en-clase.ideal.es/2018/04/28/miguel-puche-siempre-escribo-de-algo-que-me-preocupa/https://drive.google.com/file/d/1_4RmeIk698NFJGIVeH0fpbb2RJepTyYQ/view?usp=drive_web
PRESENTACIÓN ESPEJISMOS DE UN EMIGRANTE POR
MARÍA DEL
CARMEN PORCEL
Henos aquí los presentes convocados para de nuevo asistir a la puesta
de largo, o dicho de otro modo, a la presentación en sociedad de un nuevo parto
literario, nacido de la fecunda pluma de Miguel Puche Gutiérrez.
Y ustedes se preguntarán: ¿por qué esta que suscribe vuelve a las
andadas y repite como presentadora de una obra de este autor?
Al llegar a este punto, no me queda más remedio que aclarar algo, que
en realidad es un secreto a voces: aquí donde me ven, soy la hija adoptiva de
Miguel Puche y de Concha, su esposa.
El motivo de esta adopción es un misterio para mí, aunque tras largas
y arduas reflexiones, que me han provocado intensas noches de insomnio, he llegado
a la conclusión de que tal adopción puede ser , creo yo, la materialización del
siguiente lema: «Si quiere sentirse plenamente realizado, ponga una jubilada en
su vida». Sea como fuere, yo me hice esta pregunta: ¿Qué buena hija que se
precie puede negarse a aceptar una petición de su padre?
Y aquí me tienen pues, cumpliendo con este filial deber, para
tranquilidad de mi conciencia.
Una vez hecha esta aclaración, paso a acometer la tarea que se me ha
encomendado, no sin antes explicar que esta introducción algo extravagante es
una licencia necesaria, pues este autor requiere ser presentado en clave de
humor, elemento este del que hace gala en todos los momentos de su vida, aun en
las situaciones más trascendentales y serias.
La mente de Miguel teje sus historias con un material muy cercano y
cotidiano, que está plagado de anécdotas ciertamente ocurridas que no escapan
de su carácter observador, y con ellas crea una urdimbre de una textura
especial, un poco estrambótica pero realista en su trasfondo, quedando a su
término un tapiz esencialmente humorístico, irónico, sarcástico y tragicómico.
Y este es el resultado de sus puestas en escena y de sus desenlaces
finales.
Y referente al autor,
¿qué puedo decirles
que ustedes no sepan ya?
Pues que es granadino,
como saben por demás.
Que es prolífico en sus temas
y además original.
Que tiene un estilo muy suyo
que al igual que su carácter
es irónico y directo,
provocador y mordaz,
hiperbólico y sarcástico.
Que roza también un poco
el trabajo del pintor.
¿Dudan ustedes de ello?
Pues si sus vuecencias lo leen
Verán que a sus estereotipos
solo les falta el color.
Mas, ¡voto a bríos! Que ya empiezo
como otrora a divagar,
y lo importante será,
como demanda este evento,
aqueste libro presentar.
La obra se titula: «Espejismos de un emigrante».
Y comienzo el comentario como se hace en los cuentos:
Érase que se era un saharaui de tierra adentro llamado Rufo, que a sus
cuarenta y dos años decide emigrar a «El Dorado Europeo», animado por el relato
que unos niños, compatriotas suyos, hacen de España, país del que regresan tras
haber pasado unas vacaciones veraniegas propiciadas por un programa solidario
de acogida temporal.
El tema elegido en esta ocasión por Miguel difiere de sus otros hijos
literarios, pero no así el estilo.
Es la elucubración del autor acerca del fenómeno migratorio, de las
causas que lo provocan y de las consecuencias del mismo.
En cuanto a los personajes destacan, como no podría ser menos, Rufo,
el protagonista: un ser ingenuo, primitivo, tozudo y suspicaz que se verá acompañado
por una caterva de individuos tales como el ciudadano solidario, su esposa y su
hija, que acogen a Rufo al comienzo de su periplo; la directora de la entidad,
que acoge a los emigrantes y seres en exclusión social; los compañeros de
fatigas, que se encuentran en la misma situación que Rufo, a los que conoce en
comedores sociales y albergues para los sin techo; el maestro que trata de
enseñarle los rudimentos de materias como las Matemáticas, necesarias para
desenvolverse en su futuro mundo laboral; los manteros que le sirven de ejemplo
y guía para aprender el oficio; el jefe de los manteros, truhan impenitente, manipulador
nato y explotador de personas; el joyero, al que Rufo intenta comprarle un
reloj de oro; y otros compañeros de infortunio.
La tipología de los personajes retratados en la obra nos puede hacer
retroceder a ciertos momentos de nuestra historia, especialmente a la época
reflejada en la Literatura Picaresca.
Para concluir la presentación de esta obra, me permito utilizar un
ejemplo más oportuno e ilustrativo.
Una vez más, esta obra de Miguel se puede comparar con su arte
culinario. Todo el que conoce al autor en su papel de buen anfitrión, podrá
entender que las obras que salen de su pluma son como sus guisos: eclécticos, imaginativos,
amalgamados, bien especiados y, en definitiva, buenos de degustar.
Pues bien, no se entretengan más, pónganse al día y degusten y disfruten
con este nuevo plato cocinado en la marmita de Miguel Puche.
Así lo veo yo y de este modo lo comunico.
Y ahora les toca a ustedes.
Lean el libro y saquen sus conclusiones.
¡Que les aproveche!
Muchas gracias
(María Del Carmen Porcel: maestra nacional y licenciada en Historia)
PRESENTACIÓN ESPEJISMOS
DE UN EMIGRANTE POR EL AUTOR
Hay
una especie de esquizofrenia que sufre la sociedad en cuanto a fronteras se
refiere. Cada cual tiene su idea al respecto.
Se
han acotado las tierras que en algún momento hombres sin alma y sin escrúpulos:
como reyes, emperadores y señores feudales, esos que son mal llamados nobles (cuando
yo la nobleza la entiendo de otra forma), esos abyectos depredadores, llenos de
ambición, no les importó sacrificar las vidas de sus súbditos y masacrar a los
vecinos para aumentar su patrimonio personal. Y pusieron nombre a sus parcelas,
a las que llamaron países, y las cerraron a cal y canto al resto del mundo. Y
para evitar forasteros, crearon unas leyes para poder perseguirlos si
conseguían traspasar los límites de lo que consideraban su propiedad.
Y
en medio de todo esto, están los emigrantes. Personas como cualquiera de las
que aquí estamos, con los mismos derechos a la vida y a los sueños, que por
unos motivos u otros no pueden llenarse el estómago en sus lugares de origen o
son perseguidos por las autoridades de sus países, y se ven obligados a huir.
Y, claro, como parias que son, en cualquier lugar estorban.
Definición de emigración:
Según
la Real Academia de la lengua:
Desplazamiento
geográfico de individuos o grupos, generalmente por causas económicas o
sociales.
Yo
interpreto la definición así:
La
emigración es una opción que posee el ser vivo para desplazarse de un lugar a
otro cuando posee la cualidad de la motricidad y no sufre impedimento alguno.
Es decir, cualquier persona tiene derecho a moverse por el planeta a su libre
albedrío.
Permítanme
contarles la historia resumida, a modo de cuento, de un supuesto tío carnal mío
que reunía estas características: no era tetrapléjico y, por tanto, podía
desplazarse para donde le diera la gana. Mi supuesto tío se llamaba Edibundo Martín
Desgraciado. Tiene otros apellidos distintos a los míos por ser supuesto tío,
si no, en alguno de ellos coincidiríamos.
Debido
a la curiosa necesidad de comer que él y los suyos tenían y a la imposibilidad de
poder hacerlo en su propia tierra, decidió abandonarla en busca de otra más
fértil. Y después de muchas noches de insomnio, vueltas en la cama, patadas y
puñetazos involuntarios a la mujer cuando se le disparaban los miembros por un
tic nervioso que se manifestaba en el trance de la vigila al sueño, una mañana,
le dijo a la mujer, con la gravedad que requería al asunto:
–Edisandra,
esto no puede seguir así. Me voy de aquí.
Mi
supuesta tía, aunque no sabía qué quería decir exactamente con que se iba, y
eso que la frase tenía poco de ambigua, vio el cielo abierto con esta decisión,
pues estaba magullada por los desmanes nocturnos del marido y al menos las
noches las pasaría padeciendo solo hambre y no con la inquietud de que le
saltara el único ojo que le quedaba sano. A pesar de todo y para que luego no
se dijera nada sobre su falta de interés, le preguntó por su destino:
–¿Pero
dónde vas a ir tú, alma de Dios?
Vemos,
por el tono de la frase, que la fe que tenía mi supuesta tía en su marido era
más bien escasa. Pero he de romper una lanza en favor de mi supuesto tío. A
pesar de no ser un lince, tenía algunos valores, al menos eso creo, y aunque no
es cuestión de entrar en detalle podemos ver que tenía perspicacia para darse
cuenta de que pasaban hambre y que debía hacer algo para remediarla. Este era
el primer paso, darse cuenta de que existía el problema.
–Donde
sea –respondió él mirando las grietas llenas de mugre de las losetas,
avergonzado por ser incapaz de traer un salario a casa.
Hay
que decir que aunque mi supuesta tía era muy limpia, al no tener jabón con el
que fregar el suelo ni agua corriente en el piso porque se la habían cortado,
se deslucía sin poder evitarlo, y muchas lágrimas le costó aquello al pensar
que podrían tacharla de poco hacendosa o meramente espesa.
Esto,
aunque parezca una tontería y realmente lo es, no hay que verlo como tal, pues ser
limpio es una de las dos grandes virtudes que les queda a los pobres para
cuantificar su dignidad, la otra es la honradez. Si una persona es limpia y
honrada, ya está todo dicho y lo demás parece superfluo. Y estos mismos méritos
se los regalan a los ricos limpiándoles sus inmundicias y siendo honestos en
sus puestos de trabajo para que les redunde en mayor beneficio.
Mi
supuesto tío carnal aún no tenía decidido donde iría. Lo único que veía con
claridad meridiana es que tenía que salir del país si quería sacar adelante a
su mujer, sus tres hijos, su madre, sus suegros y un cuñado que llevaba también
en el lote, que era de entendederas escasas y, por tanto, muy activo en todo lo
referente al sexo.
Su
primer objetivo, y ardua la empresa, era poder cruzar la frontera sin contrato
de trabajo ni papeles en regla. Ya se sabe que nadie es bien recibido si no se
le llama previamente y se le invita a venir.
No
postergó mucho la decisión, pues no podía dilatar el tiempo por las mermas en
las carnes que sufría su familia a diario. Eran otros los tiempos en los que
tuvieron buen color. Ahora, parecían apergaminados y la brisa más suave los
zarandeaba a placer.
Una
mañana fría de agosto, al menos así le pareció a él por no tener calorías en el
cuerpo, emprendió su hégira hacia el país vecino. Cruzó montañas y valles
oculto durante la noche; huyó de policías armados y de otros sin conciencia con
más peligro que los mismos policías armados; evitó tendidos eléctricos, por
precaución imagino, porque no sé qué peligro podían encerrar los tendidos
eléctricos; rodeó vías agropecuarias; esquivó balas sin destinatarios
reconocidos que viajaban a placer, como les gusta viajar a la mayoría de las
balas; no se tuvo que poner a salvo de bombas porque no caían en esos momentos,
si no, seguro que sí lo habría hecho; pasó sed y más hambre todavía porque en
mitad del monte no había a quién sablear ni tienda de ultramarinos donde pedir
fiado. En definitiva, en su periplo, pasó gran cantidad de vicisitudes hasta
que se vio con el poco pellejo que le quedaba al otro lado de la frontera.
Llegó
a un pueblo bien urbanizado que nada tenía que ver con los que dejó atrás. Maldijo
su suerte al comprobar que lo poco que había aprendido en el colegio de nada le
servía aquí. Cuanto leía y le hablaban no lo entendía. Esto le provocó tal
agobio que fue cuando se le produjo el primer conato de nostalgia de su tierra
y a punto estuvo de desandar el camino, pero la falta de fuerzas se lo impidió.
Al
no estar acostumbrado al robo ni a la mendicidad, lo tuvo mucho más difícil. La
dignidad y la moral dicen que convierte en más humano, pero a veces mata.
Durante
25 días vagó por calles y durmió debajo de un puente para evitar relentes y lluvia.
A pesar de esto, fue recuperando vigor gracias a las ollas comunitarias que
preparaban otros desangelados en su misma situación. Aquí cocinaban hierbas silvestres
con lozanas ratas que en nada se parecían a las famélicas del país de donde
venía, que hasta los roedores pasaban hambre.
Tuvo
la gran suerte de que ese pueblo viviera de la vid y de que empezara la campaña de
vendimia. Le costó trabajo que lo admitieran sin credencial alguna. Terminó
trabajando para un patrono con más apetencia por la exención fiscal que por la
caridad.
Al
conseguir los primeros jornales, envió dinero a los suyos. En casa lo recibieron
como agua de mayo.
A
partir de aquí, comenzó entre las dos partes de la familia una relación
epistolar además de la transaccional, pues era el único medio que tenía mi supuesto
tío para contactar con su elemento más íntimo.
Mi
supuesto tío, con su letra caligráfica, aún sin personalizar por lo poco que
había escrito en su vida, envió su primera misiva.
Querida
Edisandra, madre, hijos y suegros:
Espero
que a la llegada de esta os encontréis bien. Yo bien, gracias a Dios.
En
primer lugar, os contaré cómo es esto. Aquí no es como allí porque esto no es
como aquello. Me gustaría que lo vierais con vuestros propios ojos. Y lo veréis
algún día cuando tenga un trabajo fijo aquí. Os vendréis a vivir aquí conmigo.
Aquí sí se puede vivir. No es como allí. Allí, ya sabéis lo que hay, pero aquí
no lo sabéis porque no lo habéis visto. No es que aten los perros con longaniza
pero es otra cosa, no hay más que verlo, ya lo veréis.
Aquí,
que no es como allí, toda la gente es extranjera pero parece muy buena. No se
insultan ni hablan mal de nadie; no se oyen críticas ni malas versaciones. Al
menos eso creo, porque no sé lo que dicen. Hablan muy raro. Menos mal que me he
encontrado con algunos que no son extranjeros como yo y con ellos es con quienes
me relaciono.
Edisandra,
dile a mi madre que por fin vamos a poder juntar para comprarle la dentadura
postiza, ahora que sí la va a usar porque va a poder comer. Edisandra, dile a
Antonio, el de la tienda, que os fíe con toda tranquilidad, porque ya se le
puede pagar con el dinero que os envíe. Edisandra, diles a las niñas que
tendrán sus carteras nuevas para cuando empiece el colegio. Edisandra, dile a
Luisito que ahora no tiene excusa para sacar malas notas, que decía que el
ruido de las tripas no le dejaba concentrarse, que estudie para que consiga un
buen trabajo el día de mañana y no ande como nosotros.
Sin
nada más que contar, aunque contaría muchas cosas que llevo dentro pero no sé
cómo hacerlo porque jamás de los jamases he escrito tanto, se despide, este que
lo es: Edibundo Martín Desgraciado.
Posdata:
Edisandra
dale un beso a todos de mi parte. También otro para ti.
Mi
supuesto tío siguió en su trabajo y cada vez adquiría más destreza, ya se
rebanaba menos los dedos con cada racimo de uvas que cortaba. Hay que decir que
su vida la pasó en capital y allí las labores que realizó distaban de las
agrícolas.
Antes
de que se terminara aquel trabajo, recibió respuesta a la primera carta que
envió.
Querido
Edibundo:
Espero
que a la llegada de esta te encuentres bien. Nosotros bien, gracias a Dios.
Mis
padres se enojaron mucho porque no les dijiste a ellos que les comprarías otras
dentaduras, que ya sabes cómo las tienen. Las niñas se quejan porque empezaron
el colegio y tuvieron que llevar los libros amarrados con cuerdas. Mi hermano,
que no me lo quito de encima ni con palanca, dice que a él no le pusiste ni una
letra. A ver si le buscas un trabajo y te lo llevas allí contigo. Antonio, el
de la tienda, dice que no nos fía ni un garbanzo. Que si ya estás ganando, que
vayamos con dinero por delante. Nos hemos dado otra vez de alta en la luz y el
agua. Ya no nos tenemos que acostar a la hora de las gallinas y nos podemos
lavar la cara con el agua del grifo y no tener que traer más cántaras de la
fuente. Por fin estoy sacando brillo al suelo. Mi trabajo me está costando,
porque estaba bastante percudido.
Edibundo,
cuéntanos cosas de allí: cómo va la gente vestida, qué comen, qué piensan, qué
sueñan. ¿Comen todos los días? ¿Llevan medias las mujeres? ¿Se ponen sujetador?
Bueno, tú eso no lo sabrás. ¡Ni que yo me entere de que lo aprendes! ¡Olvídate
de cómo van las mujeres! ¡Ya lo veré yo cuando vaya! ¿Has buscado ya casa? ¿Has
hecho nuevas amistades? Háblanos del cielo. ¿Es allí tan azul como aquí? Y de
la temperatura, ¿hace frío?
Edibundo,
el Luisito sigue sin estudiar. Antes porque no había luz y ahora dice que la
luz lo deslumbra. Este niño me parece que le ha salido a mi hermano.
Edibundo,
a ver si nos puedes mandar algo más, que ahora vienen los fríos y hay que
comprar ropa a los niños, que crecen a diario.
Sin
más que decirte, se despide, esta que lo es: Edisandra García Pánfila.
Besos
de todos los que te queremos.
Posdata:
Se me olvidaba decirte que he abierto una
cuenta en el banco para que nos puedas ingresar el dinero y así no tienes que
enviarlo por correo certificado. El número de cuenta es: 0111 0110 11 0101011101.
Cuando
mi supuesto tío recibió esta primera carta, la leyó tantas veces que se la
aprendió de memoria, incluido el número de cuenta bancaria, que en parte
parecía una sentencia binaria. Este trozo de papel era lo que lo unía a sus
raíces. Aquí le dio otro arrebato de nostalgia que le hizo llorar. Cuando se le
pasó la llantina, la emprendió con una autosatisfacción desenfrenada.
Tengo
que decir que mi supuesto tío, para mantenerse fiel a su mujer, se hizo
onanista consumado y experto. Alcanzó gran habilidad en los movimientos
reiterativos con ambas manos. Más tarde le pasó factura esta práctica, pues
cuando la dicha los quiso unir de nuevo y se excitaba con su esposa, la dejaba
a su suerte para gozar el solo de su propia carne.
Cuando
se acabó la recogida de la uva, no le quedó más remedio que marcharse del
pueblo hacia zonas más industrializadas en busca de mejor fortuna. Con él se
fueron dos conocidos que luego los llevaría a hermanarse en la desdicha, ya que
la desgracia compartida une a las personas. Durante más de un mes, se dedicaron
a comer de la caridad en comedores sociales y volvieron a dormir a la
intemperie, forrados de cartones porque el frío había arreciado. Uno de ellos
consiguió un trabajo en una fábrica de pinturas. Este alquiló una habitación y
les dio cobijo a mi supuesto tío y al otro amigo. A mi supuesto tío, que era el
preferido del anfitrión, le ofreció la bañera para dormir, el otro lo hacía en
un rincón. Con esto empezaron las diferencias entre ellos. Mi supuesto tío
agradecía la consideración del amigo al ofrecerle la bañera como algo bueno,
pero la verdad es que era una bañera de medio cuerpo, por lo que tenía que
tener las piernas encogidas. Además, el grifo goteaba y amanecía arrecido y
empapado. Por la mañana, cuando salía del cubil, comenzaba a saltar como las
ranas hasta que se le desentumecían las piernas y las podía estirar. A partir
de aquí se le acomodó un reuma que lo acompañaría hasta el final de sus días. Envidiaba
al otro amigo por dormir en el suelo. Sin embargo, este amigo que dormía echado
sobre el piso, a pierna suelta, miraba con inquina a mi supuesto tío por ocupar
la bañera –así somos los seres humanos, que preferimos lo que tienen los demás,
aunque sea su propio drama.
Durante
este tiempo se cortaron las transferencias bancarias y con ello vino el corte
de los suministros básicos del hogar de su familia: luz y agua. Esto volvió a
hundir en la más profunda tristeza y desesperación a toda la familia. Sobre
todo a mi supuesto tío, que además sentía una sensación de fracaso tan
agobiante que no lo dejaba pegar ojo.
Menos
mal que quiso el hado sonreírle de nuevo y consiguió un trabajo en una fábrica
de automóviles. Allí le hicieron un contrato y fue cuando cambió su suerte. Al
otro amigo, al que dormía en el suelo, lo mantuvieron entre ambos hasta el
mismo día en que se suicidó, decisión que tomó porque las fuerzas le faltaban y
el desánimo le sobraba.
Instalado,
mi supuesto tío, en una habitación para él solo, reclamó a su mujer para que
viniera a probar suerte. Si ella encontraba trabajo, sería el momento de traer
al resto de la familia. Y ella encontró trabajo como asistenta de hogar. Y con
esto, además de conseguir más ingresos, pudo realizarse como mujer limpia y
sentirse como persona completa, ya que la honradez nunca la perdió. El ganar
más dinero no les supuso tener mucho más poder adquisitivo, porque estaba
dentro de sus planes adquirir lo imprescindible y ahorrar lo máximo para
regresar a su tierra cuanto antes y montar un negocio que les permitiera la subsistencia.
No estaban por gusto en este país que los acogió.
Trajeron
al resto de la familia con ellos, incluso a sus padres y al cuñado. Los niños
crecieron más de lo esperado, quizá por el atiborre de proteínas a las que no
estaban acostumbrados. Estos, más jóvenes y absorbentes, asimilaron el idioma
del país vecino mejor que su propia lengua, ya que la vernácula la aprendieron
por transmisión oral de su padres y estos eran poco instruidos, mientras que la
lengua adoptiva fue cultivada en medios más ilustrados. Las niñas aprendieron canciones
extranjeras y hasta se les moduló el timbre de voz hacia un agudo insoportable,
propio del lugar. Los abuelos, ávidos a hablar mal, interpretaban las palabras
extranjeras a su antojo y chapurreaban un nuevo idioma en el que se
entremezclaban vocablos mal oídos y peor pronunciados. Eso sí, entre ellos se
entendían. Un ejemplo lo podemos ver en la siguiente frase: «Niño, mete el gato
en la nevera», por querer decir «Niño, mete le
gateau (pastel en francés) en la nevera». Esto le costó la vida a más de un
felino y tiriteras y resfriados a otros muchos.
Y
cuando ya estaban habituados, que no adaptados, a los nuevos códigos de vida,
la nostalgia se les hacía insufrible y consideraron que ya tenían lo suficiente
ahorrado para pagar el traspaso de un negocio. Y regresaron a su tierra no sin
antes dejar allí enterrados a dos de los tres abuelos. Mi supuesto tío hubiera
preferido dejar en campo santo a su cuñado en vez de a su madre, a pesar de la
dentadura que le adeudaba, pero la Parca no se avino a razones y no aceptó
cambio.
Estas
experiencias vividas marcarían el resto de sus vidas e incluso a las de su
descendencia. La mayor de las hijas trajo en su vientre un feto medio foráneo y
el cuñado de mi supuesto tío, proclive a los instintos básicos desatados dada
su particularidad mental, se le averiguaron 172 inseminaciones, unas llevadas a
término y otras interrumpidas, con lo cual contribuyó a la propagación del
mestizaje.
Gracias
a que el país vecino los acogió, mi supuesta familia no sucumbió a las miserias
de su propia tierra y pudieron dejar su legado. En cambio, en otras muchas
personas solo quedan los espejismos como realidad latente y les llega a costar
muy caro, a veces incluso la vida.
Y
hasta aquí el cuento. Que cada cual saque sus conclusiones. Y quien no sepa qué
conclusiones sacar porque no se ha enterado de nada, que no desespere. Puede
dedicarse, como el cuñado de mi supuesto tío, a fomentar el mestizaje. A mí al
menos me ha servido para rellanar este espacio que por lo general tengo poco
que decir ya que de la obra en cuestión y que hoy presentamos deben hablar los
demás.
Muchas
gracias
Granada,
28-4-2018