Así, una noche tras
otra, lloro tu ausencia. Me dirimo en lo inmaterial de la sinrazón mientras me
ahoga tu pérdida. Siempre imaginé nuestros tiempos unidos hasta el final, hasta
la disolución de nuestra común existencia. Llueve. Tus cenizas las lavarán las
aguas impenitentes del aguacero sin fin. Tu cuerpo se evaporará en la tierra
para subir más alto que las nubes y contemplar mi dolor. Y yo esperaré sin
sentirme, sonámbulo entre la vida y la muerte hasta sucumbir a la agonía de la
soledad. ¿Es posible que alguien pueda vivir sin corazón? ¿Hay algo más duro
que la desesperanza, que vivir en el desconsuelo de la desesperación?
Quizá mañana,
cuando despierte del letargo invernal que ocupa mi alma, cuando tal vez el
batir de alas del anhelo repose, te recuerde con el mismo amor de siempre, con más
amor que hoy, que te maldigo por haberte ido sin mí.
Miguel Puche Gutiérrez